viernes, 25 de septiembre de 2009

Por dónde empezar de nuevo...

Hace mucho que no escribo en el blog.

Digamos que de los cinco meses y medio de embarazo, he estado cuatro descompuesta. Sólo he podido concentrarme en todos los cambios que experimentaba mi cuerpo, y en desgraciadamente, algunos de los síntomas.

Pero ya, por fin, es niña, y Margarita Alejandra o Alejandra Margarita se limita a darme pataditas, y a provocarme un hambre feroz. Sin justificación, según mi ginecólogo. “La niña pesa 400 gr y tú has ganado seis kilos. ¿Dónde está el resto?”. (Yo lo vi claro en seguida, en mis muslos, pero es un tema que me traumatiza desde niña, así que puse cara de culpabilidad y listo).

¿Qué he hecho mientras tanto?

Hablar del embarazo, y eso que yo era de esas que de soltera me prometí a mí misma no hacerlo en caso de que se diera la ocasión. Luis se ha dedicado a soñar con la niña día y noche, y ya tiene decidido cuál será su armario de temporada y por supuesto, que será católica y de derechas. Pero principalmente, católica, y a poder ser: monja. Yo no soy tan entusiasta de la idea, y menos ahora que le hemos encontrado un pretendiente en Portugal, Nunito. Pero todo estará en manos de Dios, y principalmente, en manos de Margarita Alejandra o Alejandra Margarita, que si sale a los padres, hará lo que le parezca más conveniente (y sin consultarnos, me temo). Lo peor sería que fuese atea y de izquierdas, pero su padre ha decidido que en ese caso la deshereda y punto.

Margarita Alejandra o Alejandra Margarita no ha nacido todavía y ya ha tenido dos ofertas televisivas. La primera tuvo lugar en Atenas (sí, ésta niña está muy viajada, en sus cinco meses de vida ha estado en varias ciudades de España, en Portugal, en Grecia, Eslovenia, Italia y anticipo, Austria, a donde vamos mañana). Pero a lo nuestro. Estaban rodando una peli en el centro de Atenas, en plena calle, cuando el director nos dijo que si no nos importaba participar en una de las secuencias, que éramos perfectos, su ideal de pareja mediterránea. ¡Pero nos íbamos en 30 minutos al avión! El debut hubo de esperar. La segunda oferta viene de la mano de su padre. Luis va a participar en andaluces por el mundo (si es que no se arrepiente antes, que ya está horrorizado con la idea), e igual salimos de refilón.

Me preocupa un poco que quiera ser actriz.

No hay ningún actor o actriz español al que no haya visto sus partes íntimas. No hay ninguna película española en la que no aparezca un desnudo, una escena de sexo, un travesti, algún maltrato y una escena de drogadictos o borrachos. Ah, y tampoco ninguna en la que no se diga ningún taco.

Hace poco fui con mi amiga Cutu a los cines Renoir, salas alternativas, de cine de autor, en versión original, y corroboré mis teorías.

Entramos de lleno en ese maravilloso mundo subvencionado del cine español, que últimamente nos deleita con perlas como “El mapa de los sonidos de Tokio”, de Isabel Coixet, película que tuve la desgracia de ver y pagar.

Los trailers previos:

1. “After”: Tristán Ulloa, Willy Toledo y Blanca Romero. Blanca Romero extasiada y desnuda, liándose con todo el que se mueve en un estado de alucinación febril provocado por las drogas.
2. “Gordos: No se qué les pasa a los gorditos en esta película, pero en el trailer vemos claramente como dos señores con más que sobrepeso mantienen relaciones sexuales. Y salen mujeres embarazadas como gordas. Sin palabras.
3. Una francesa cuyo título no recuerdo, pero cuya sinopsis no olvidaré: mujer de cincuenta años decide empezar a pagar por mantener relaciones con hombres más jóvenes.

Reconozco que el aperitivo cinematográfico no daba muchas esperanzas, pero en ese momento pensé que no podía ser peor.

Oye, y sí, pudo ser peor.

La película cuenta con un título muy poético, “El mapa de los sonidos de Tokio”, pero no cuenta, sin embargo, con historia alguna. Isabel Coixet se permite el lujo de pensar que su inocente público se alegra de ver que, de los 149 minutos que tiene la película, 75 se resumen en una pareja de lo más desagradable que se dedica al sexo desenfrenado en un “hotel del amor” en el centro de Tokio, en una habitación que simula un vagón de tren con vistas a París. Eso sí, los sonidos fenomenal, se escucha con una claridad meridiana cómo sorben sus noodles, como degustan el vino (y otras partes de su cuerpo) y otros sonidos varios muy convincentes. Una decepción después de ver Elegy.

No, no me gustaría que fuese actriz. Y menos aún, que trabajase con Almodovar.
A su padre le daría un patatús.