sábado, 22 de noviembre de 2008

"Oda" a mi jefe

Nota de la autora- Esta “oda” no tiene mala intención. Es una exposición de hechos reales en clave de humor, que ha de ser interpretada en el contexto adecuado: todo tiene dos caras (la mía y la suya). Yo estoy contenta con mi trabajo, aunque a veces, como todos, quisiera “matar” a mi jefe.

El día de nuestra boda, en el altar mayor, frente a ese impresionante retablo que nos envolvía y rodeados de familia y amigos, acepté casarme con dos hombres al mismo tiempo: mi marido… y mi jefe.

Semanas antes de la boda, y tras una serie de discusiones y de recelos previos, acordé con él que una vez casada trabajaría en España quince días al mes y en Liubliana el resto del tiempo. Liubliana debía compartir su tiempo con alguna de las oficinas europeas. Hecho. Pacto de caballeros. Si yo deseaba dejarlo, daría tiempo suficiente a la empresa para que encontrasen a una persona que me sustituyese; y si la empresa deseaba que me fuese, me despedirían reconociéndome el trabajo que he hecho durante estos cinco años.

El día a día me ha demostrado que la esclavitud no ha sido abolida.
Yo soy una esclava de mi jefe.

La primera cláusula tácita de mi acuerdo fue la gratitud eterna. Él ha hecho por mí lo que nadie, en las mismas circunstancias, habría hecho. Yo debo estar agradecida por trabajar (la crisis económica ha apuntalado su razón), y le debo una devoción y un respeto que implica la aceptación de todas las condiciones de extorsión que tenga a bien imponerme.

Hablando de extorsión, el chantaje está permitido siempre y cuando sea unidireccional. De él a mí. Sin ir más lejos, y, como ejemplo, el otro día el Director Técnico me envió un email ordenándome, literalmente, que le diese los estados financieros de la compañía, para que una empresa de renting nos proporcionase otro coche. Como “Directora Financiera” que supuestamente soy, llamé a mi jefe para solicitar su aprobación y consultar para qué persona iba a ser el coche.

Jefe-“Fulanito acaba de ser ascendido a Director y, como tal, tiene derecho a un coche de empresa”.
Yo- “Vale. Por cierto, yo soy Directora y no tengo coche de empresa”.
Jefe-“Si vuelves a España a trabajar, te lo pongo”.

La segunda cláusula tácita de mi acuerdo fue la renuncia a todos los bienes materiales. Todo lo mío es suyo y cuando quiera puede quitármelo. Lo suyo no es mío. Mi sueldo es una dádiva que generosamente me deja percibir cada mes y, por supuesto, nunca más podré aspirar a una subida de sueldo. Tendré que arrodillarme cada fin de año para que me pague el bonus, el cual, aunque acordado desde los inicios de los tiempos, nunca será puesto por escrito.

La tercera cláusula tácita de mi acuerdo fue la siguiente: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. En este caso ese hombre es mi marido, al que, según me ha indicado en varias ocasiones, “ya podré ver durante un montón de años”. Luis nos separa y debe ser reducido a la mínima expresión.

Mi jefe está volando continuamente por trabajo. Hoy está en Taiwán, mañana vuela a Brasil, pasado se pasa por Argentina y más tarde para en Londres y organiza una reunión en París. La conclusión de todo esto es que él quiere que esté en Madrid cuando él está en Madrid y mi agenda puede verse alterada simplemente porque él me lo pide por teléfono. Que yo acabe de llegar a Liubliana hace dos días no es problema.

Jefe-“Te coges un vuelo y punto. Y si no te lo coges, es que, después de lo que he hecho por ti, eres una desagradecida y voy a replantearme mi decisión”.

Una catana pende sobre mi cabeza continuamente. Todos los días sufro una amenaza de despido procedente.

Cuarta cláusula tácita: trabajaré “en la salud y en la enfermedad”. Yo no puedo ponerme enferma y, si me pongo, que sea cuando él esté viajando y no me necesite, y nunca en horario laboral. Al médico puedo ir en Liubliana a la hora de comer o por la noche con un médico de guardia. Mi última conversación con él al respecto tuvo lugar hace unas semanas.

Yo-“Tengo que ir al médico a hacerme una revisión rutinaria por una operación que tuve, como ya sabes, hace unos años”.
Jefe-“Pues vete en Liubliana, no mientras estés en España”.
Yo- “Pero es que me trata el mismo médico desde hace quince años, es un tema muy sensible y prefiero que me hagan las pruebas en Madrid”.
Jefe-Fin del asunto: “Pues que te las hagan a la hora de comer o a partir de las ocho de la tarde”.

Por supuesto, hago caso omiso y pido a mi médico, como hacen los niños con sus padres, que me firme una tarjeta justificando mi ausencia al trabajo.

La contradicción, el doble sentido y la suspicacia han de estar presentes en cada uno de nuestros diálogos: puede pasarse días sin cogerme el teléfono o sin llamarme y, de repente, un día me encuentro que hasta la Policía Nacional me está buscando; o puede pasarse días sin preguntarme a qué me dedico y de pon-pin-porrazo está preocupadísimo con mi actividad laboral. Un día me llama para que le explique qué hago cuando estoy fuera (insinuando que no hago absolutamente nada y que estoy “medio de vacaciones” en Liubliana), y al otro me dice que deje de estar “frenética” tomando decisiones desde la distancia.
Estas contradicciones son el pan de cada día.

Podría continuar, pero es mejor concluir.

Estas cláusulas tácitas me tienen completamente alterada, con los nervios a flor de piel, soy una mujer al borde de un ataque de nervios, siempre pensando que en cualquier momento algo va a pasar, con el miedo a ser descubierta (¿haciendo qué?) y que probablemente la catarsis me pille en uno de esos tropecientos vuelos infernales.

Para desengrasar, unos chistes:

DE EMPLEADO A EMPLEADO:

- ¿Supiste que falleció el jefe?
- Sí, pero quisiera saber quien fue el que falleció con él.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿No leíste la esquela que puso la empresa?
Allí decía:'...y con él se fue un gran colaborador'...
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JEFE:

- Este es el cuarto día que usted llega tarde esta semana.
¿Qué conclusión saca de eso?

EMPLEADO: - Que hoy es jueves...
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DE EMPRESARIO A EMPRESARIO:

¿Cómo consigues que tus empleados lleguen puntuales al trabajo?
Sencillo, tengo 30 empleados, pero sólo 20 aparcamientos.
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JEFE:

¿Quién te ha dicho que puedes pasarte dando vueltas sin trabajar
todo el día, sólo porque tuvimos un rollo???

SECRETARIA: - Mi abogado...
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EMPLEADO:

Usted me prometió subirme el sueldo, cuando estuviera conforme conmigo.


JEFE:- ¿Y como puedo estar conforme con un empleado que quiere que
le suban el sueldo?
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JEFE DE PERSONAL:

- Aquí buscamos un empleado que no se amilane ante ningún trabajo, y no
se enferme nunca.

-ASPIRANTE: OK, yo le ayudo a buscarlo.
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JEFE:

Antonio, yo sé que el sueldo no le alcanza para casarse..., pero algún
día me lo agradecerá.
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EMPLEADO:
Jefe, ¿puedo salir hoy dos horas antes? Mi mujer quiere que la acompañe a
hacer compras.

JEFE: - De ninguna manera.
EMPLEADO: - Gracias jefe, yo sabía que usted no me iba a defraudar.

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