Son las cinco de la mañana. Suena el despertador.
Me visto como puedo y me voy pitando al aeropuerto.
Este mes he cogido 11 vuelos. 4 de los 11 vuelos han sufrido retraso. 1 de estos retrasos me ha hecho perder 1 conexión. 1 conexión perdida ha sumado 300 puntos a mi tarjeta de filiación y me ha hecho añadir 1 vuelo más a los ya previstos.
Mi equipaje habitual consiste en:
1. Maletín con ruedas para llevar el ordenador y: papeles de trabajo, estuche, calculadora, tarjetas de visita, cargador del portátil, cargador del IPOD y cargador de la cámara de fotos, entre otros. Total: 8 kg
2. Bolso: libro, monedero, gafas de ver, gafas de sol, teléfono, IPOD, colirio de ojos, cacao de labios, cuaderno pequeño, agenda, y boli. Total: 3kg
3. Maleta de mano: donde meto todo aquello que no ha entrado en la maleta principal. Peso 9,99kg (máx. permitido 10kg)
4. Maleta: Su contenido es todo mi armario, al cual paseo cada quince días desde España a Liubliana y viceversa. Peso 25kg
Total: 45,99kg
La primera parte del viaje (¿prueba olímpica?) consiste en cargar46 kilos hasta el carrito más cercano, llegar en el menor tiempo al mostrador de facturación y sudar lo menos posible. Convencer a la azafata de turno de que no nos cobre 30€/kg por los cinco kilitos de más que tiene la maleta tiene también puntuación adicional (o mucho mérito). Y también puntúa que no se dé cuenta de que el maletín del ordenador que escondes es casi tan grande como la maletita de mano que le muestras.
Si pasas la prueba, te liberas de la carga nº 4 (maleta).
La segunda parte del viaje (¿prueba olímpica?) consiste en cargar los restantes 26 kg hasta los controles de seguridad y pasarlos en tiempo para llegar al avión con todo tu equipo (o cargas). Y sudar lo menos posible. Es muy importante ir bien vestido, puesto que el tipo de prueba varía según la mala leche del policía en cuestión. Este puede obligarte a dejar en la bandeja el abrigo, la bufanda, el cinturón, los collares ¡y los zapatos! He visto a más de uno como un tomate por un tomate en un calcetín. O bien puede tirarte el cacao que se te ha olvidado meter en la bolsita de plástico dedicada a los "líquidos". Esto nos penalizaría, pues reduciría nuestra carga en unos 50gr.
La siguiente etapa consiste en llegar a la puerta de embarque con los 26 kg de inicio, más todo el peso que sea posible conseguir en el camino que va desde los controles de seguridad hasta la misma.
Como si el maletín del ordenador (en la mano derecha), el bolso (a modo de bandolera), el abrigo (sobre el bolso), y maleta de mano (en la mano izquierda), no fuesen suficientes cargas, me dirijo al “Relay” y compro el periódico y las revistas Vanity Fair y Cuore (no, por el momento no me avergüenzo). La bolsa de revistas me la cuelgo de la muñeca derecha, más ejercitada por el tenis que practiqué hace años. Añado 750 gr.
Como no me parecen suficientes pesos y bultos para ganar la medalla de oro en contracturas musculares de cuello y espalda, me pregunto:
1) ¿Cómo voy a ir a la oficina de Praga sin nada cuando ellos son tan amables conmigo y siempre me traen dulces checos? Respuesta: Compro tres barras de turrón: duro, blando y de chocolate con almendras. Añado 2,5 kg a la carga y una bolsa más en la muñeca izquierda.
2) ¿Y el pobre Luis? ¿Tendrá jamón y queso manchego? ¿Y sobrasada? Respuesta: Lo compro todo. Añado 2,5 kg a la carga y una mochila que me coloco en la espalda y que he comprado para transportar toda la charcutería.
De esta guisa, me arrastro (literalmente) a la puerta de embarque. Llega el momento de lucha libre para conseguir espacio en los compartimentos del avión. Con la tarjeta de embarque entre los dientes, y el DNI detrás de la oreja, paso el último control. Con tantos bultos, entro la última y ya no tengo espacio para mis cosas. La azafata de turno, muy amable, distribuye mis bultos por donde puede "Tiene usted sus bultos en el 5A, 10C, 18D,20C, Y 28A”. Me lo acaba de decir, y ya se me ha olvidado dónde están.
Lloro un rato sentada en el asiento del avión. Estoy cansadísima y son sólo las 7 de la mañana.
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