miércoles, 18 de febrero de 2009

Popurrí I

Primera visita a Liubliana enero 2009-Popurrí I

La visión de los Alpes no me preparó para la impresión que tuve al aterrizar en el aeropuerto de Liubliana. Mientras miraba a través de la ventanilla, creí escuchar: “Bienvenidos a Siberia. Esperamos que el viaje en trineo haya sido de su agrado y que vuelvan a viajar pronto con Penguin Trinelines”.

Pero no.

Estoy en Eslovenia. Todo está nevado. Todo está helado. Los árboles son pura escarcha, todas las ramas espolvoreadas de azúcar blanca. Dan ganas de arrancarlos y colocarlos en el Belén que tanto trabajo ha dado a mi padre este año.

La temperatura: menos cinco grados bajo cero. Me dice Michelle que no me puedo quejar, he vuelto cuando “la primavera” empieza. Y es que durante estas navidades las temperaturas han llegado a menos dieciséis grados bajo cero. La verdad es que yo no encuentro ninguna diferencia, a cero grados ya no siento ni padezco. Luis me dice que tenemos que pasear por la calle para que me acostumbre a nuestro posible siguiente destino: Rusia. Brrr. No quiero. Aunque pensándolo bien, al menos estaré segura de que gas no va a faltar, y que la calefacción está asegurada.

Cuando llego a casa veo que todas las plantas se han muerto. Y según la encargada de cuidarlos, una pluriempleada asesina de cualquier vida vegetal, la culpable ha sido la calefacción. ¿Pero Eslovenia no dependía del gasoducto de Ucrania? Un milagro, un exceso de calor ha matado a mis queridas kentias, mi pequeño ficus, nuestros pequeños maceteros de albahaca, tomillo, perejil y de no sé qué más que Luis ponía en sus pizzas. Tengo un disgusto considerable.

En fin, que desde el momento en que Luis se va a trabajar, soy el único ser vivo en casa. Ingrid, nuestra pluriempleada asesina, está de baja con 39 de fiebre, y no va a venir a casa en esas condiciones. La faena es grande porque la mini casa de Madrid la limpio en un plis plas, pero para ésta necesito como mínimo una Ladyvap. Mi disgusto considerable es ya de marca mayor.

Salgo a la hora de comer para encontrarme con otros seres humanos, que normalmente se reducen a Luis y a Michelle .

Caminar hacia el restaurante requiere un alto nivel de equipamiento de montaña y como mínimo, un seguro de vida. Dos pequeños y cortos paseos me han dejado claro que solamente se puede caminar por el centro de la calle, aunque te atropellen. Es mucho más fácil morir bajo un alud de nieve y hielo procedente de un inocente alerón. Las botas que me ha regalado mi madre, forraditas pero sin tacos, convierten mi paseo en un patinaje intermitente, lo que añade cierto riesgo de lesiones a la corta caminata.

Pocas actividades sociales esta semana: una cena con consejero "sin denominación", la inauguración de una exposición de Chagall en el Museo de la ciudad (que tiene un café al que ciertamente llevaré a mis futuros visitantes), y el cumpleaños de Luis, el gran evento de la semana, que celebraremos en Venecia este fin de semana, y cuyo contenido me guardaré para mí.

La tarde de la exposición empezamos con mal pie. Un martes como otro cualquiera, un modelo corriente, un maquillaje sutil si no inexistente, y yo tan contenta, cuando al ir acercándonos al museo noté que el número de personas y el nivel de flashes eran ciertamente chocantes. Miré a Luis con horror, que me devolvió la mirada con cara de ya te lo dije... ¡Era la inauguración! Luis, como un pincel, me dice que él me enseñó la invitación donde lo ponía claramente. Yo le recuerdo (con ganas de salir corriendo a casa) que la invitación estaba en esloveno, idioma que, como muchos otros, no domino. Tras un pequeño ataque de ansiedad, cerré los ojos y atravesé la entrada sin contratiempos. Apareció Michelle, que no prestó atención a ningún cuadro y que se dedicó, en cambio,a asediar visualmente a una rubia altísima. Y con cierto éxito, pues ella le miraba continuamente no sé si porque estaba entusiasmada con Michelle o porque estaba aterrorizada ante la posibilidad de sufrir un secuestro.

La exposición, qué decir, a mi Chagall no me entusiasmó. Los carteles sí me gustaron, pero el resto de dibujos seleccionados para la ocasión me parecieron el resultado de un concurso escolar sobre el nacimiento de Jesús y la Navidad.

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