lunes, 24 de noviembre de 2008

Lago Bohinj

Dirk es ingeniero agrónomo y está casado con una diplomática sueca. A los dos les encanta la naturaleza y todos los domingos organizan un "hike" o caminata en algún paraje esloveno.

Luis se ha aficionado y ya no puede presicindir de estos "paseos" de seis horas por la montaña. Para convencerme de que me apuntase al plan, este domingo se organizó una excursión "easy" (doce kilómetros a menos cinco grados bajo cero) alrededor del Lago Bohinj, en el parque nacional del Trigalv.

El grupo era de lo más vario pinto: razas, países, lenguas y edades distintas. Teníamos incluso dos perros apuntados a la excusión, pero uno, Lucas, tuvo que retirarse por una inflamación en la pata derecha (nada grave).

Esta es la panda (yo no estoy porque hago la foto):


Muchos desisitieron durante el programa (la Embajadora sueca, su marido y acompañante filipina), no tanto por no estar en forma como por lo inapropiado del atuendo (calzado no apto para pisar las "pequeñas" raices ocultas bajo quinientos millones de hojas secas).

Pequeñas ramas sueltas a modo de ejemplo:



Luis y yo teníamos las botas adecuadas, pero él iba como un pincel (todo a juego y de marca), y yo como una cebolleta (capas y capas de ropa sin sentido ni armonía ninguna).
Luis se queja de que nunca pongo fotos mías en el blog porque soy muy coqueta y no me gusta como salgo. Cierto. Pero es que él sale siempre genial. Veamos este ejemplo dónde se podrá comprobar nuestra indumentaria:


En un punto del camino, encontramos un cementerio cerca de la orilla del lago, dónde probablemente una batalla tuvo lugar y cientos de soldados murieron sin ser nunca identificados. El lugar es frío y silencioso, pero hay una cierta magia... no se podía evitar pensar en los espíritus que nos escuchaban mientras caminábamos entre las tumbas...


Lo pasamos muy bien todos. Especialmente el perro de Dirk, que saltó y brincó durante todo el trayecto. Cuando su dueño le ponía la correa para descansar ahuyaba como si estuviesen matándolo. ¡El campo es el campo!. De nuevo Luis se ha quejado mucho de que no haya puesto ninguna foto de él y Dirk en la primera versión de esta entrada en el blog, así que aquí están:


Los paisajes fueron evolucionando a lo largo de la mañana. Espectaculares. Impresionante el cruce de un lado a otro del lago. Un puente de madera nos permitía caminar sobre las aguas turquesas para cruzar del frío y la sombra, al calor y la luz.

Las montañas cambiaban de color a medida que avanzaba el día, el sol iluminaba el color de las hojas y del agua, y el calor mejoraba nuestro humor y entusiasmo.



Luis estuvo magnífico. ¡Qué ritmo! Caímos como chinches en su escapada. Fuimos incapaces de seguirle. Fue el gran ganador.



Este es un breve resumen (siento la calidad de la imagen) del día (pulsar el play, triángulo):


sábado, 22 de noviembre de 2008

"Oda" a mi jefe

Nota de la autora- Esta “oda” no tiene mala intención. Es una exposición de hechos reales en clave de humor, que ha de ser interpretada en el contexto adecuado: todo tiene dos caras (la mía y la suya). Yo estoy contenta con mi trabajo, aunque a veces, como todos, quisiera “matar” a mi jefe.

El día de nuestra boda, en el altar mayor, frente a ese impresionante retablo que nos envolvía y rodeados de familia y amigos, acepté casarme con dos hombres al mismo tiempo: mi marido… y mi jefe.

Semanas antes de la boda, y tras una serie de discusiones y de recelos previos, acordé con él que una vez casada trabajaría en España quince días al mes y en Liubliana el resto del tiempo. Liubliana debía compartir su tiempo con alguna de las oficinas europeas. Hecho. Pacto de caballeros. Si yo deseaba dejarlo, daría tiempo suficiente a la empresa para que encontrasen a una persona que me sustituyese; y si la empresa deseaba que me fuese, me despedirían reconociéndome el trabajo que he hecho durante estos cinco años.

El día a día me ha demostrado que la esclavitud no ha sido abolida.
Yo soy una esclava de mi jefe.

La primera cláusula tácita de mi acuerdo fue la gratitud eterna. Él ha hecho por mí lo que nadie, en las mismas circunstancias, habría hecho. Yo debo estar agradecida por trabajar (la crisis económica ha apuntalado su razón), y le debo una devoción y un respeto que implica la aceptación de todas las condiciones de extorsión que tenga a bien imponerme.

Hablando de extorsión, el chantaje está permitido siempre y cuando sea unidireccional. De él a mí. Sin ir más lejos, y, como ejemplo, el otro día el Director Técnico me envió un email ordenándome, literalmente, que le diese los estados financieros de la compañía, para que una empresa de renting nos proporcionase otro coche. Como “Directora Financiera” que supuestamente soy, llamé a mi jefe para solicitar su aprobación y consultar para qué persona iba a ser el coche.

Jefe-“Fulanito acaba de ser ascendido a Director y, como tal, tiene derecho a un coche de empresa”.
Yo- “Vale. Por cierto, yo soy Directora y no tengo coche de empresa”.
Jefe-“Si vuelves a España a trabajar, te lo pongo”.

La segunda cláusula tácita de mi acuerdo fue la renuncia a todos los bienes materiales. Todo lo mío es suyo y cuando quiera puede quitármelo. Lo suyo no es mío. Mi sueldo es una dádiva que generosamente me deja percibir cada mes y, por supuesto, nunca más podré aspirar a una subida de sueldo. Tendré que arrodillarme cada fin de año para que me pague el bonus, el cual, aunque acordado desde los inicios de los tiempos, nunca será puesto por escrito.

La tercera cláusula tácita de mi acuerdo fue la siguiente: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. En este caso ese hombre es mi marido, al que, según me ha indicado en varias ocasiones, “ya podré ver durante un montón de años”. Luis nos separa y debe ser reducido a la mínima expresión.

Mi jefe está volando continuamente por trabajo. Hoy está en Taiwán, mañana vuela a Brasil, pasado se pasa por Argentina y más tarde para en Londres y organiza una reunión en París. La conclusión de todo esto es que él quiere que esté en Madrid cuando él está en Madrid y mi agenda puede verse alterada simplemente porque él me lo pide por teléfono. Que yo acabe de llegar a Liubliana hace dos días no es problema.

Jefe-“Te coges un vuelo y punto. Y si no te lo coges, es que, después de lo que he hecho por ti, eres una desagradecida y voy a replantearme mi decisión”.

Una catana pende sobre mi cabeza continuamente. Todos los días sufro una amenaza de despido procedente.

Cuarta cláusula tácita: trabajaré “en la salud y en la enfermedad”. Yo no puedo ponerme enferma y, si me pongo, que sea cuando él esté viajando y no me necesite, y nunca en horario laboral. Al médico puedo ir en Liubliana a la hora de comer o por la noche con un médico de guardia. Mi última conversación con él al respecto tuvo lugar hace unas semanas.

Yo-“Tengo que ir al médico a hacerme una revisión rutinaria por una operación que tuve, como ya sabes, hace unos años”.
Jefe-“Pues vete en Liubliana, no mientras estés en España”.
Yo- “Pero es que me trata el mismo médico desde hace quince años, es un tema muy sensible y prefiero que me hagan las pruebas en Madrid”.
Jefe-Fin del asunto: “Pues que te las hagan a la hora de comer o a partir de las ocho de la tarde”.

Por supuesto, hago caso omiso y pido a mi médico, como hacen los niños con sus padres, que me firme una tarjeta justificando mi ausencia al trabajo.

La contradicción, el doble sentido y la suspicacia han de estar presentes en cada uno de nuestros diálogos: puede pasarse días sin cogerme el teléfono o sin llamarme y, de repente, un día me encuentro que hasta la Policía Nacional me está buscando; o puede pasarse días sin preguntarme a qué me dedico y de pon-pin-porrazo está preocupadísimo con mi actividad laboral. Un día me llama para que le explique qué hago cuando estoy fuera (insinuando que no hago absolutamente nada y que estoy “medio de vacaciones” en Liubliana), y al otro me dice que deje de estar “frenética” tomando decisiones desde la distancia.
Estas contradicciones son el pan de cada día.

Podría continuar, pero es mejor concluir.

Estas cláusulas tácitas me tienen completamente alterada, con los nervios a flor de piel, soy una mujer al borde de un ataque de nervios, siempre pensando que en cualquier momento algo va a pasar, con el miedo a ser descubierta (¿haciendo qué?) y que probablemente la catarsis me pille en uno de esos tropecientos vuelos infernales.

Para desengrasar, unos chistes:

DE EMPLEADO A EMPLEADO:

- ¿Supiste que falleció el jefe?
- Sí, pero quisiera saber quien fue el que falleció con él.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿No leíste la esquela que puso la empresa?
Allí decía:'...y con él se fue un gran colaborador'...
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JEFE:

- Este es el cuarto día que usted llega tarde esta semana.
¿Qué conclusión saca de eso?

EMPLEADO: - Que hoy es jueves...
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DE EMPRESARIO A EMPRESARIO:

¿Cómo consigues que tus empleados lleguen puntuales al trabajo?
Sencillo, tengo 30 empleados, pero sólo 20 aparcamientos.
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JEFE:

¿Quién te ha dicho que puedes pasarte dando vueltas sin trabajar
todo el día, sólo porque tuvimos un rollo???

SECRETARIA: - Mi abogado...
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EMPLEADO:

Usted me prometió subirme el sueldo, cuando estuviera conforme conmigo.


JEFE:- ¿Y como puedo estar conforme con un empleado que quiere que
le suban el sueldo?
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JEFE DE PERSONAL:

- Aquí buscamos un empleado que no se amilane ante ningún trabajo, y no
se enferme nunca.

-ASPIRANTE: OK, yo le ayudo a buscarlo.
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JEFE:

Antonio, yo sé que el sueldo no le alcanza para casarse..., pero algún
día me lo agradecerá.
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EMPLEADO:
Jefe, ¿puedo salir hoy dos horas antes? Mi mujer quiere que la acompañe a
hacer compras.

JEFE: - De ninguna manera.
EMPLEADO: - Gracias jefe, yo sabía que usted no me iba a defraudar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Luis y su mejor amigo

Michelle es el íntimo amigo de Luis en Liubliana, Eslovenia.

Michelle es diplomático. Italiano. Rubio. Alto. Lleva gafas. Toca la guitarra, y según me enteré el otro día, habla seis idiomas.

Luis y Michelle están de acuerdo casi siempre, y les encanta reunirse para desesperarse y desesperanzarse el uno al otro cada fin de semana. Todos los domingos, cuando yo estoy en Madrid, me llaman desde Trieste (su refugio italiano) para decirme que no aguantan más, que están hartos de “Kutriana” (qué injusto, con lo bonita que es esta ciudad) y para confirmarme que Michelle ha decidido casarse, a pesar de ser un ferviente creyente de la poligamia pasiva (por el momento). Los domingos son muy, muy malos para un ánimo como el de éstos dos grandes pesimistas.

A pesar de todo, Luis y Michelle son tipos divertidos.

Se llevan tan bien que cuando conocí por primera vez al Embajador de Italia (su jefe directo), éste me preguntó si yo era la segunda mujer de Luis. A lo que yo, atónita y ciertamente preocupada le contesté: “que yo tenga entendido, la primera y única, Embajador”. Él negó con la cabeza y señaló a Michelle. Esa fue la primera vez que le vi.

Esta gran amistad ha tenido consecuencias directas en mi ocio en Liubliana. Luis sólo conoce un tipo de restaurante. El de las camareras guapas. Altas. Delgadas. Morenas. Balcánicas. ¿Volcánicas? Es muy útil para recomendar sitios donde comer a nuestros esporádicos visitantes. “Definitivamente tenéis que ir al restaurante de la camarera morena que mide 1,80 y tiene ojos verdes” o “No, ese sitio ha cerrado. La rubia de busto generoso ha decidido jubilarse con 18 años”.

Sin embargo, Luis y Michelle tienen un gusto completamente distinto respecto a las mujeres.

Los dos son invitados a los mismos cócteles, con la misma gente, continuamente. Como dos imanes, empiezan saludando a unos y a otros, para irremisiblemente terminar juntos en el centro del salón, chinchando a algún diplomático inocente sobre alguna postura política tabú.

Para superar su desgana frente a las innumerables Fiestas Nacionales, en la última, la Fiesta Nacional de Letonia, ambos decidieron beberse unos cuantos litros de cervezas letonas, un arsenal de vodkas, y varios “venenos nacionales de Letonia” (compuesto de, cómo no, vodka y licor de grosellas). Yo estaba desesperada tratando de hacer amigos, pero no les quitaba ojo. Por error, me bebí un par de vodkas que los camareros servían en bandejas como si se tratasen de vasos de agua. En esas estábamos, cuando vi que un camarero sonriente y sonrosado se acercaba a mi marido con una bandeja repleta de vasos llenos de un líquido transparente, que Luis se apresuró a coger. Como notó que le estaba mirando y que llevaba un contador de su alcoholismo sin freno, se disculpó con cara de buen chico: “es agua”, a lo que el camarero asintió. Poco convencida, le pregunté al camarero si estaba compinchado con mi marido para hacerme creer que eso era agua simplemente. Y segura de mí misma, sin dejar de mirarlos, me mojé los labios con la copa. Era agua. La Ley de Murphy. El camarero huyó temiendo una pelea nuclear. Luis sonrió. Y yo pensé que ya le pillaría en la siguiente.

Contrariamente a lo que se pueda pensar, Luis y Michelle nunca se emborrachan (del todo).

Tampoco he podido disfrutar del “Fridays drinks”, del viernes, claro, por la noche. Ellos han ido juntos sólo una vez, después de que ambos se convencieran de que no hay nada mejor que hacer en Liubliana, que es “Cutre, cutre, cuuuuutre”. Todo transcurre de la siguiente manera: los dos entran en el local. Miran a su alrededor. Después de pasar unos infrarrojos por todas las mujeres presentes, comentar cuál es de su gusto y por qué, y a cuál se beneficiarían o no, se quedan callados. Luis decide irse a casa y Michelle se va a un concierto hasta las tres de la mañana.

Y es que Luis es de día y Michelle de noche.

Al día siguiente, Luis se despierta a las seis de la mañana y a las siete ya está tocando el timbre de Michelle, que, recién acostado, deja que su amigo se rinda y decida hacer tiempo tomándose un café. Pronto se levantará y le llamará a su móvil diciendo con su característico acento italiano “¿Y qué hacemos? ¿Nos vamos a Trieste?”

Y es que todos los domingos, cuando yo estoy en Madrid, me llaman desde Trieste (su refugio italiano) para decirme que no aguantan más, que están hartos de “Kutriana” (qué injusto, con lo bonita que es esta ciudad) y para confirmarme que Michelle ha decidido casarse, a pesar de ser un ferviente creyente de la poligamia pasiva (por el momento). Los domingos son muy, muy malos para un ánimo como el de éstos dos grandes pesimistas.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Vueling como deporte olímpico

Son las cinco de la mañana. Suena el despertador.
Me visto como puedo y me voy pitando al aeropuerto.

Este mes he cogido 11 vuelos. 4 de los 11 vuelos han sufrido retraso. 1 de estos retrasos me ha hecho perder 1 conexión. 1 conexión perdida ha sumado 300 puntos a mi tarjeta de filiación y me ha hecho añadir 1 vuelo más a los ya previstos.

Mi equipaje habitual consiste en:

1. Maletín con ruedas para llevar el ordenador y: papeles de trabajo, estuche, calculadora, tarjetas de visita, cargador del portátil, cargador del IPOD y cargador de la cámara de fotos, entre otros. Total: 8 kg

2. Bolso: libro, monedero, gafas de ver, gafas de sol, teléfono, IPOD, colirio de ojos, cacao de labios, cuaderno pequeño, agenda, y boli. Total: 3kg

3. Maleta de mano: donde meto todo aquello que no ha entrado en la maleta principal. Peso 9,99kg (máx. permitido 10kg)

4. Maleta: Su contenido es todo mi armario, al cual paseo cada quince días desde España a Liubliana y viceversa. Peso 25kg

Total: 45,99kg

La primera parte del viaje (¿prueba olímpica?) consiste en cargar46 kilos hasta el carrito más cercano, llegar en el menor tiempo al mostrador de facturación y sudar lo menos posible. Convencer a la azafata de turno de que no nos cobre 30€/kg por los cinco kilitos de más que tiene la maleta tiene también puntuación adicional (o mucho mérito). Y también puntúa que no se dé cuenta de que el maletín del ordenador que escondes es casi tan grande como la maletita de mano que le muestras.

Si pasas la prueba, te liberas de la carga nº 4 (maleta).

La segunda parte del viaje (¿prueba olímpica?) consiste en cargar los restantes 26 kg hasta los controles de seguridad y pasarlos en tiempo para llegar al avión con todo tu equipo (o cargas). Y sudar lo menos posible. Es muy importante ir bien vestido, puesto que el tipo de prueba varía según la mala leche del policía en cuestión. Este puede obligarte a dejar en la bandeja el abrigo, la bufanda, el cinturón, los collares ¡y los zapatos! He visto a más de uno como un tomate por un tomate en un calcetín. O bien puede tirarte el cacao que se te ha olvidado meter en la bolsita de plástico dedicada a los "líquidos". Esto nos penalizaría, pues reduciría nuestra carga en unos 50gr.

La siguiente etapa consiste en llegar a la puerta de embarque con los 26 kg de inicio, más todo el peso que sea posible conseguir en el camino que va desde los controles de seguridad hasta la misma.

Como si el maletín del ordenador (en la mano derecha), el bolso (a modo de bandolera), el abrigo (sobre el bolso), y maleta de mano (en la mano izquierda), no fuesen suficientes cargas, me dirijo al “Relay” y compro el periódico y las revistas Vanity Fair y Cuore (no, por el momento no me avergüenzo). La bolsa de revistas me la cuelgo de la muñeca derecha, más ejercitada por el tenis que practiqué hace años. Añado 750 gr.

Como no me parecen suficientes pesos y bultos para ganar la medalla de oro en contracturas musculares de cuello y espalda, me pregunto:

1) ¿Cómo voy a ir a la oficina de Praga sin nada cuando ellos son tan amables conmigo y siempre me traen dulces checos? Respuesta: Compro tres barras de turrón: duro, blando y de chocolate con almendras. Añado 2,5 kg a la carga y una bolsa más en la muñeca izquierda.

2) ¿Y el pobre Luis? ¿Tendrá jamón y queso manchego? ¿Y sobrasada? Respuesta: Lo compro todo. Añado 2,5 kg a la carga y una mochila que me coloco en la espalda y que he comprado para transportar toda la charcutería.
De esta guisa, me arrastro (literalmente) a la puerta de embarque. Llega el momento de lucha libre para conseguir espacio en los compartimentos del avión. Con la tarjeta de embarque entre los dientes, y el DNI detrás de la oreja, paso el último control. Con tantos bultos, entro la última y ya no tengo espacio para mis cosas. La azafata de turno, muy amable, distribuye mis bultos por donde puede "Tiene usted sus bultos en el 5A, 10C, 18D,20C, Y 28A”. Me lo acaba de decir, y ya se me ha olvidado dónde están.

Lloro un rato sentada en el asiento del avión. Estoy cansadísima y son sólo las 7 de la mañana.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Liubliana-Madrid

Liubliana: Ciudad pequeña. Hoy aprox. 276.000 habitantes. Contaminación baja.
Madrid: Ciudad grande. Hoy 3.128.600 (más inmigrantes ilegales). Contaminación alta.

Liubliana: casa grande. Eco.
Madrid: casa pequeña, pequeñísima. ¡Quién tuviera un trastero!

Liubiana: bicicleta. Negra. Retro. Vive en mi trastero.
Madrid: Coche. Rojo. Anticuario. Custodia compartida con el taller.

Liubliana: con marido, con o sin barba. Sin jefe.
Madrid: sin marido, con o sin barba; aunque sí casada (a todos los efectos). Con jefe.

Liubliana: colaboración claramente activa en las labores del hogar. Ingrid.
Madrid: pon lavadora, tiende, plancha, quita el polvo, haz la cama, limpia. Se busca.

Liubliana: comida casera, cocino yo o al menos, lo intento; otras él.
Madrid: comida preparada, cocina otro. No le conozco.

Liubliana: Tengo una amiga en proceso.
Madrid: Tengo más. Gracias. ¡Viva!

Liubliana: Vida tranquila. Engordo dos kilos por quincena.
Madrid: Vida loca. Adelgazo kilo y medio por quincena.
Neto: Hagan cálculos.

Liubliana: Skype. Messenger. Las comunicaciones me fallan.
Madrid: Móvil. Móvil. Móvil.

Liubliana: Paz.
Madrid: Estrés.

Liubliana: Cada vez me gusta más.
Madrid: ¡Que haría yo sin Madrid!

martes, 21 de octubre de 2008

El diario de Treviso, Italia

Pinchar sobre la imagen, para ver la misma a mayor escala.

jueves, 16 de octubre de 2008

Fiesta Nacional

Museo Etnográfico Esloveno


Imagina: Una visión de los fotógrafos del mundo sobre el Mediterráneo.

El clavel: sello, marca, branding español escogido para la ocasión.

Esperando a los invitados a la Fiesta Nacional, en fila para saludar, por orden de importancia
(yo, fundamental)

Saludando...



Más saludos...


Blanco y azul, colores del Mediterráneo

La Embajadora charlando con el Consejero de Defensa

Una exposición múltiple

Pablo Juliá, Director del Centro Andaluz de la Imagen

Michelle y Luis, íntimos forever.

Paulina, Joaquín y un conocido esloveno, de cuyo nombre no me acuerdo y probablemente no sabría escribir

Carlos Hernández, Consejero de Turismo, charlando con Angelito e Yvonne, directores del Espéctaculo de Flamenco de Liubliana.

La representación italiana de la fiesta: Stefania y Dino, en la izq.


De izq. a derecha: Carmen y Cristina, respectivas mujeres del Consejero de Turismo y del Consejero de Defensa

miércoles, 15 de octubre de 2008

Primera cena en la Residencia de la Embajadora

El Día de la Hispanidad se celebrará "hoy a las 18:00 horas en el Museo Etnográfico Esloveno", reza la invitación. Una exposición de fotografía organizada por la Embajada de España, la Junta de Andalucía y el Centro Andaluz de Fotografía es el sello, la marca, el branding español.

Ayer fue mi primera cena oficial en la Residencia de la Embajadora.

El motivo de la cena fue invitar a los diferentes consejeros que se habían desplazado a Liubliana para conmemorar la Fiesta Nacional.

El Consejero de Defensa, el Consejero Comercial, el Consejero de Turismo, otros dos Consejeros sin "denominación", y el agregado de interior fueron convidados a una cena en la Residencia. Falló uno de los conyúges, por lo que finalmente éramos un total de once personas.

La Residencia estaba muy bonita. La luz perfecta. Preciosos los centros de flores diseñados por la E. Las camareras con guantes blancos.

Llamamos al timbre, dejamos nuestros abrigos en la entrada, y pasamos al recibidor, dónde la E. nos dió la bienvenida.

Para una recién estrenada en estos asuntos, es curioso cómo la atmósfera cambia completamente cuando te das cuenta de que todo está regido por un estricto protocolo.

Eres consciente de lo adecuado o no de tu vestuario. Sientes la mirada de curiosidad de los ya presentes, acomodados en los sofás, copa en mano. Sientes fuego por dentro cuando al saludar, notas que el interlocutor te da la mano, pero tú has hecho la intención de darle dos besos en la mejilla. Cada pocos minutos, miras tus piernas, tus brazos y tus manos para comprobar que están adecuadamente colocados. Y miras a los demás, para ver cómo lo hacen ellos. ¿Y cómo coger la bebidas, los aperitivos, dónde poner la pequeña servilleta de lino?

He recibido una educación suficientemente buena como para poder lidiar con todo esto de forma natural. Pero es cambiar de atmósfera, y paso a la consciencia absoluta de mi respiración y de mis movimientos.

Y todo se complica más aún.

Tienes que encontrar temas de conversación con personas a las que no conoces de nada, y que, la mayor parte de las veces, son de otra generación. Los silencios se hacen gritos. Y cuándo estás a punto de romperlo, porque la incomodidad es superior a tus fuerzas, la E. saca un nuevo tema de conversación. Impresionante, eso es arte.

Siempre es más fácil en petit comité, bis a bis encuentras más temas de los que hablar: ¿a qué te dedicas?, ¿qué piensas del país?, ¿cuánto tiempo os quedaréis?..., ya se sobreentiende que no se puede hablar de política, religión o sexo, o sea, como dicen algunos en clave de humor, "de nada". "Mejor para mí"-pienso- porque hace falta mucha cultura para poder tener una conversación mínimamente interesante con un señor que te dobla la edad y la experiencia.

Por suerte y poco azar, tuve a mi lado al Consejero de Turismo tanto en el salón como en la cena. Un hombre simpatiquísimo que me ayudó a desenvolverme con más o menos dignidad durante toda la noche. Llegó incluso a servirme el pescado cuando fuí incapaz de hacerlo por mí misma. La E., sentada a mi derecha y presidiendo la mesa, y el resto de comensales tenían los ojos puestos en mí, puesto que se trataba del primer plato y yo era la primera que debía servirse. Varias posturas de escorzo más tarde sin ningún éxito, mi angel de la guarda, el C.T me rescató del desastre. Estoy segura de que más de uno se relajó, porque nadie podía superar mi falta de habilidad para cortar un sencillo pudding de pescado. Ni que decir tiene que fue el momento más angustiante de la velada.

En fin, hasta las ausencias están medidas, los discursos preparados. Aunque yo me emocioné por unas cariñosas palabras que tuvo la E. hacia Luis y a mí. Porque independientemente de la profesionalidad con que hizo el brindis, siento que la E. nos desea lo mejor. Siempre me ha recibido con muchísimo cariño y se ha ofrecido para ayudarme a convertirme en algo que no sé si seré jamás: una buena anfitriona. Impresionante, eso es arte.

La cena terminó relajada y agradable, tomamos café (me pregunté en ese momento si sería descafeinado) y té en el salón, y al cabo de un rato nos fuimos todos a dormir.

Hoy: Fiesta Nacional

lunes, 13 de octubre de 2008

Drinks at Udine

En línea con nuestro propósito de cuidar la línea, y reducir el consumo de bebidas alcóholicas, nos dirigimos a Udine, en Italia.
Pacto: Visitar la ciudad y rebuscar en las tiendas de muebles un marco perfecto para el regalo de la Embajadora.
Una vez allí, agotados de tanto conducir (una hora) y hartos de escuchar el mismo CD de los Chungos, nos convencimos de que nos merecíamos un pequeño tentempié.
Atravesar el mercado con los ojos cerrados fue imposible, y un kilo de queso y de jamón San Danielle más tarde, salimos encantados en busca del "bar" donde tomar el "ligero" aperitivo.
Es imposible encontrar el bar perfecto a la primera, todo el mundo lo sabe, así que tras un par de docenas de bares visitados y varias fotos con la mortadela más grande del mundo, regresamos a Liubliana sin contratiempos (un control de alcoholemia, por ejemplo), sin marco y con aproximadamente dos michelos de más.























































La garganta Vintgar






















Regata diplomática

Tras el cargo de conciencia que supuso para nosotros que nuestra presencia en la regata diplomática oficial se limitase únicamente a tomarnos el copioso desayuno, coger la bolsa de regalos y desaparecer a Trieste; hemos decidido que el año que viene participaremos sin velero y sí con barca de remos; y que dejaremos bien alto el pabellón español.

Convertida en su entrenadora personal, este fin de semana he disfrutado dando órdenes al segundo de la Embajada Española. Tres vueltas al lago Bled portando una pesada carga (o sea, yo), fueron suficientes para comenzar lo que va a llamarse "La Gran Odisea de Luises".

Doy fe del entusiamo y brío con que se tomó la tarea; y para recompensarle, le dejé que me obligara a caminar 1600 metros ida, 1600m vuelta, en la Garganta de Vintgar...































Rojo, verde, naranja y amarillo

Eslovenia- Difícil despertar que ha desembocado en marejada fuerte marejada. A lo largo del día, los nubarrones negros que previamente nos habían dejado fuertes lluvias, han dejado paso a un cielo despejado, con temperaturas oscilantes entre los 10 y 25º.

Toda la atención se ha centrado en el noroeste de Liubliana, donde los grandes lagos enmarcados por el Parque Nacional del Triglav, reflejaban los colores de la despedida del verano: amarillo, naranja, verde y rojo; rojo, verde, naranja y amarillo; amarillo, verde, rojo y naranja; y así sucesivas combinaciones de cuatro elementos tomados de cuatro en cuatro. Bled, Bled, Bled, Bled.

El fuerte temporal de la mañana no ha impedido a eslovenos y expatriados olvidar pronto la niebla matinal, y lanzarse a la montaña. La pesca, el senderismo, el remo, y la gastronomía son varios ejemplos de la diversidad del ocio alpino. Ni siquiera la cercana Italia ha logrado con su gran regata en Trieste, alejar a estos grandes deportistas de sus tesoros nacionales.

La garganta Vintgar, sombra del cauce del río Radovna, apenas se ha resentido con el fresco atardecer, y poco a poco ha ido expulsando a sus últimos visitantes..., y en el silencio de la noche, sólamente unos intrépidos patos se han dejado arrastrar con la fría corriente, dispuestos a dormir en su regazo. Los demás hemos vuelto a la pequeña y acogedora Liubliana...